lunes, 23 de septiembre de 2013

¡Sí, yo la vi!... Cuando los hijos son testigos de lo que hacemos.

Hasta el día de hoy yo no se qué me paso en ese momento pero aun sigo con ese sentimiento de arrepentimiento y deseos de retroceder el tiempo para poder cerrar mi boca.

Era un domingo y las reuniones de la iglesia acababan de terminar. Estábamos en la primaria entregando a los niños unos panecillos como premio o agradecimiento por algo que habían hecho. 
Yo soy segunda consejera de la primaria y por ese motivo estaba allí.

Tenemos un niño que tiene una seria alergia a los alimentos con mantequilla de maní y otras cosas. Sus padres lo han "entrenado" muy bien para no aceptar ningún alimento de ninguna persona sin que uno de ellos verifique que no es peligroso para él. 

Allí estaba la nueva líder de la música, repartiendo los panecillos. Cuando le ofreció el panecillo al niño que es alérgico, él le dijo que no quería, pero ella insistió y yo la interrumpí explicando por qué él rechazaba el panecillo. Ella respondió diciendo que ya sabía que era alérgico y que la dejara explicarle algo a él. La líder de música le explicó al niño que ella ya había hablando con su mamá y la mamá estuvo de acuerdo con que el niño lo comiera. El niño siguió rechazándolo a pesar de la explicación... y allí abrí yo mi boca otra vez. Le expliqué que aun cuando la mamá dijo que sí, el niño esta "entrenado" para rechazar cualquier alimento  que se le ofrezca sin la presencia de uno de sus padres y que era mejor que no se le insistiera a desobedecer esa regla que el estaba dispuesto a guardar. La hermana se molestó por mi insistencia en intervenir en la situación, y yo, aún viendo su enojo seguí abriendo mi boca y dando mi opinión ante la mirada confusa del niño, las maestras y todos los demás pequeños. Seguimos la discusión por mucho rato hasta que la nueva líder de la música termino muy molesta conmigo y queriendo hablar con el obispo para renunciar a su cargo y no regresar al Barrio. 
Al escuchar sus intenciones reaccioné y me di cuenta de lo que había provocado solo por no cerrar mi boca. Quise disculparme varias veces en ese momento pero hasta mi insistencia en querer hablar con la hermana para disculparme hizo que las cosas se pusieran mas tensas y difíciles. 
Al llegar a la casa me sentí fatal. Estaba tan arrepentida de lo que había hecho y preguntándome ¿por qué no me enfermé ese día para no haber ido a la capilla y así no hubiera provocado ese momento tan tenso ante los ojos de todos los niños de la Primaria y las maestras y no ser culpable de una renuncia a un llamamiento y por la salida de nuestro Barrio de una hermana.  Me sentía muy avergonzada por mi mal comportamiento y ejemplo. Se lo conté a mi esposo al llegar a casa todos, le dije que yo no tenía idea de lo que me pasó en ese momento, no sabía por qué no pude controlarme. 

Lo peor vino después... 

Me sentía muy mal conmigo misma y avergonzada con él Señor, e intenté con sinceridad de pedir perdón a la hermana y a los demás ofendidos. Sentí que había hecho mi parte para remediar mi error. 

Cuando por fin logre tener mi mente y mi alma tranquila nos sentamos a cenar con mi esposo y los niños y a dedicarle tiempo a nuestra lectura de las escrituras. Tome el libro Relatos del Antiguo Testamento y me fui a la página 22\Capítulo 5 donde nos habíamos quedado el día anterior y que habla del profeta Enoc.
Leí: Dios le dijo a Enoc que le iba dar poder para enseñar a la gente y decirles que se arrepintieran... Moisés 6:27-34; Enoc le dijo a la gente que estaban haciendo cosas malas y que debían arrepentirse. Moisés 6:27-29;37-39; Moisés 7:13; Enoc dijo que Jesús vendría a la tierra y que pagaría por los pecados de la gente. Si vivían en forma recta... podrían volver a vivir en el cielo. Moisés 6:57-59; Algunas personas se arrepintieron y se volvieron buenas... y Dios las bendijo. Moisés 7:11, 17

Puse el libro a un lado y con tristeza en mi rostro le dije a mis hijos que yo hice algo que estuvo mal  cuando estábamos en la capilla ese día. Dije que así como Enoc le dijo a la gente que ellos estaban haciendo cosas malas y que debían arrepentirse, y la gente se arrepintió, yo reconocí que hice algo mal y estaba muy arrepentida y pedí perdón a Dios y a las personas a quienes ofendí, y que estaba agradecida por Jesucristo que se había sacrificado por nosotros para que nosotros seamos perdonados por las cosas malas que hacemos si nos arrepentimos. Les conté que yo sabía y sentía que Dios me perdonó, pero aun así yo hubiera deseado no haber hecho lo que hice. Les dije que les iba a contar lo que pasó. Les conté la mala experiencia y cuando terminé mi hijo mayor de 6 años me dijo una de las frases que mas me han dolido en mi vida y que penetraron mi corazón como un dardo envenenado: "Yo sé de lo que esta hablando, ¡Sí, yo la ví!. Cuando escuche de su boca esas hirientes palabras y vi en su rostro una mezcla de decepción y tristeza, caí en llanto ante los ojos atónitos de mi esposo y mis otros hijos. No tenía valor para mostrar mi rostro, la verguenza me invadía. Había hecho a mi hijo testigo de mi conducta inapropiada y mi mente me invadía con la imagen clara de mi hijo en ese salón, en medio de los demás niños opacados por el rostro asombrado de él al ver a su madre siendo protagonista de una pelea sin motivo en un lugar inapropiado .  
Les pedí disculpas a mis hijos y a mi esposo por el mal ejemplo que les había dado. Les reiteré mi arrepentimiento y les hice saber lo mal que me sentía y lo feliz que estaba por Jesucristo y su bondad. 

Mi hijo mayor con mucha seriedad en su rostro y una porte de "niño de conducta intachable" me dijo: Esta bien mami, eso estuvo muy mal, pero no lo vuelva a hacer, porque yo la vi. 

"No lo vuelva a hacer, porque yo la vi.".

He tenido muy presente esas palabras. ¡Cuanta responsabilidad tenemos sobre nuestros hombros cuando los hijos son testigos de lo que hacemos! A veces la llamaremos "culpa", a veces la llamaremos "mérito", pero siempre habrá un resultado y una responsabilidad del ejemplo que le demos a nuestros hijos, bueno o malo. 





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